Nada indicaba, al término del primer tiempo, que la historia podía tener el final que tuvo. Había sido muy tibio Belgrano en esa etapa. Y, Boca, con lo justo, le ganaba bien con el gol de cabeza de Juan Forlín, a los seis minutos.
Pero el empate de los piratas, que llegó a través de Emiliano Rigoni al minuto del segundo tiempo, hizo volar todo por el aire. Boca dejó de ser el equipo dominante que hasta allí había sido y quedó enredado en la madeja de sus propios nervios.
Belgrano, en cambio, despejó sus inseguridades, corrigió lo que venía haciendo mal y, con el crecimiento de sus individualidades más importantes (César Pereyra, Luciano Lollo y Guillermo Farré) terminó construyendo una victoria por 3 a 2 que mereció un marco muy diferente al que ofreció una Bombonera vacía y silenciosa.
Fue en el segundo tiempo cuando Belgrano pudo hacer lo que no había hecho en el comienzo. Lo apretó a Boca en el medio, le cerró los caminos de los costados, donde Cristian Erbes y Juan Sánchez Miño habían marcado diferencias, y dejó desactivado arriba a Emanuel Gigliotti.
Pero también los celestes ganaron en atrevimiento. Ayudados por el rápido empate de Rigoni, se atrevieron a discutirle el gobierno del partido a un Boca que, con el 1-1, se olvidó de todo lo bueno que venía haciendo y ofreció una nueva imagen del desconcierto que lo atraviesa dentro y fuera del terreno.
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