
El equipo de Almeyda se llevó una victoria fundamental de La Plata, aunque su juego volvió a ser un misterio. De hecho, el triunfo llegó a raíz de dos errores groseros de Desábato y Alayes, sino... No importa, se ganó.
La victoria frente a Estudiantes generó tanta tranquilidad como preocupación. Por un lado, el triunfo aquietó las aguas que revolucionó el debut poco auspicioso ante Belgrano en el Monumental, generó un poco de aire en medio de una semana en la que hasta se rumoreó que los dirigentes buscaban un sucesor para Almeyda.
Pero por sobre todo, el triunfo significó tres puntos fundamentales para la fortaleza del equipo, que sorteó una parada más que brava y en condición de visitante ante un rival siempre complicado. Y fue fundamental también para la fortaleza misma de River en la tabla de posiciones, porque el promedio jamás debe ser subestimado. No de nuevo.
Desde ese punto de vista, entonces, la victoria ante el Pincha fue netamente positiva. Pero al analizar el partido, resulta imposible omitir el nivel de un equipo del que no se sabe a qué juega, cuál es su estrategia o hacia dónde apuntan sus intenciones.
En el primer tiempo, el desempeño de River fue paupérrimo. No solo porque el penal de González Pirez pudo haber dejado en desventaja a La Banda si Abal fuera un árbitro serio, sino además porque la defensa generó todos los espacios posibles para que Carrillo y Jara hicieran lo que quisieran.
Mientras que River generó una sola jugada y gracias a Trezeguet, que de un centro imposible sacó un cabezazo bombeado que se terminó yendo apenas por afuera del arco de Villar. Después solo improvisó pelotazos a "a ver qué pasa".
En cambio, en el segundo tiempo mejoró y hasta arrancó con una jugada que dejó a Lanzini cara a cara con Villar. Aunque el juvenil se preocupó más por cancherear que por definir y su remate terminó siendo un pase a Angeleri, que la revoleó a la tribuna. En esto también falla River, en desperdiciar jugadas que pueden resultar cruciales, que pueden valer un partido.
De hecho, si Alayes y Desábato no estuvieran a años luz de aquella zaga central que se convirtió en una pieza clave del Estudiantes multicampeón, otra hubiera sido la suerte de River en La Plata. Es que el equipo de Almeyda no encontró los goles por mérito propio, sino por errores del rival, por falencias de esos dos centrales que en algún momento resultaron infranqueables.
Así fue como Funes Mori quedó mano a mano con Villar en dos ocasiones y River se terminó llevando una victoria que -desde lo futbolístico- solo destacó la reaparición goleadora del mellizo y el buen debut de Barovero. Porque después se podría decir que ganó y nada más.